Algunas veces cuando cierro mis ojos en la noche permito que mi imaginación vuele dándole la libertad de crear, inventar, jugar, pensar, filosofar. Continuamente vienen a mi mente imágenes de un lugar perfecto donde no existe el sufrimiento, donde la sociedad ha alcanzado un grado evolutivo donde las guerras han desaparecido y el ser humano tiene como actividad personal principal el mejoramiento de su mente y su espíritu. Estos pensamientos me siguen desde mi niñez.
Veo ciudades perfectamente construidas, edificios hermosos, colocados con minuciosa planificación urbana; un lugar para los edificios gubernamentales y embajadas, otro para los museos, teatros, librerías, bibliotecas, escuelas y universidades; sitios para la práctica de deportes y recreación al aire libre; áreas residenciales rodeadas de hermosa vegetación y calles limpias; vías de comunicación hermosamente pavimentadas que posibilitan el acceso fácil a quienes deseen desplazarse de un lugar a otro de la ciudad en automóviles no contaminantes.
En cuanto a las personas, las visualizo: educadas, cultas, sanas, inteligentes, bondadosas y con extraordinario talento para las artes (Música, danza, escultura, arquitectura, literatura, teatro, pintura). La convivencia en sociedad es armoniosa, ya que cada quien conoce su papel en la comunidad, y desempeña sus funciones óptimamente porque considera su trabajo, no como un deber, sino más bien como una oportunidad de servir a sus conciudadanos y por ende a él o ella mismo.
Que decepción – y a la vez curiosidad - fue saber en mi temprana adolescencia, que un tal inglés llamado Tomás Moro (Thomas More o Thomas Morus), nacido justo cinco siglos antes que yo, había escrito un pequeño libro llamado “Utopia” donde se describía a una sociedad perfecta que se desarrollaba en una isla donde todo era felicidad.
¿Por qué fue una “decepción”? Simple, alguien había tenido el atrevimiento de adelantarse a mis ideas, y no por poco, solo por 500 años. Que inocente y a la vez que egoísta era, yo tendría 11 o 12 años. Lo bueno, después de todo, es que descubrí un socio extemporáneo de mis locas ideas, por lo que desde ese momento consideré a Tomás Moro mi pana de sueños… de utopías.
Con el pasar de los años he logrado comprender que no solo mi amigo Moro y yo tenemos este sueño de un mundo ideal, millones de personas comparten este sueño, ciertamente están los realistas-pesimistas, que no creen que el mundo pueda salir de sus cadencias y limitaciones. Pienso que en el fondo de los corazones de los “realistas”, hay un hilo de esperanza al que desean aferrarse, aunque sea secretamente. Creo que todos sin excepción tenemos la certeza que en algún momento una especie de “Edad Dorada” reinará en la Tierra. No hay que ser religioso o espiritual para tener este deseo, simplemente hay que sentir Amor por la humanidad y la vida en todas sus manifestaciones, y hasta un ateo puede sentir este tipo de Amor.
La humanidad a través de los siglos ha evolucionado, de manera lenta y con muchos sufrimientos, pero ha avanzado. Los últimos 200 años, sin embargo, han sido de logros materiales sin precedentes en la historia conocida de la humanidad ¿Qué nos hace pensar que en los próximos 200 años no se pueda producir un salto cualitativo en la evolución de la humanidad?
Nuestro mundo no sería como es si no existieran los idealistas y los soñadores… pero hay que tener también los “pies en la tierra”. El equilibrio es la clave.
Veo ciudades perfectamente construidas, edificios hermosos, colocados con minuciosa planificación urbana; un lugar para los edificios gubernamentales y embajadas, otro para los museos, teatros, librerías, bibliotecas, escuelas y universidades; sitios para la práctica de deportes y recreación al aire libre; áreas residenciales rodeadas de hermosa vegetación y calles limpias; vías de comunicación hermosamente pavimentadas que posibilitan el acceso fácil a quienes deseen desplazarse de un lugar a otro de la ciudad en automóviles no contaminantes.
En cuanto a las personas, las visualizo: educadas, cultas, sanas, inteligentes, bondadosas y con extraordinario talento para las artes (Música, danza, escultura, arquitectura, literatura, teatro, pintura). La convivencia en sociedad es armoniosa, ya que cada quien conoce su papel en la comunidad, y desempeña sus funciones óptimamente porque considera su trabajo, no como un deber, sino más bien como una oportunidad de servir a sus conciudadanos y por ende a él o ella mismo.
Que decepción – y a la vez curiosidad - fue saber en mi temprana adolescencia, que un tal inglés llamado Tomás Moro (Thomas More o Thomas Morus), nacido justo cinco siglos antes que yo, había escrito un pequeño libro llamado “Utopia” donde se describía a una sociedad perfecta que se desarrollaba en una isla donde todo era felicidad.
¿Por qué fue una “decepción”? Simple, alguien había tenido el atrevimiento de adelantarse a mis ideas, y no por poco, solo por 500 años. Que inocente y a la vez que egoísta era, yo tendría 11 o 12 años. Lo bueno, después de todo, es que descubrí un socio extemporáneo de mis locas ideas, por lo que desde ese momento consideré a Tomás Moro mi pana de sueños… de utopías.
Con el pasar de los años he logrado comprender que no solo mi amigo Moro y yo tenemos este sueño de un mundo ideal, millones de personas comparten este sueño, ciertamente están los realistas-pesimistas, que no creen que el mundo pueda salir de sus cadencias y limitaciones. Pienso que en el fondo de los corazones de los “realistas”, hay un hilo de esperanza al que desean aferrarse, aunque sea secretamente. Creo que todos sin excepción tenemos la certeza que en algún momento una especie de “Edad Dorada” reinará en la Tierra. No hay que ser religioso o espiritual para tener este deseo, simplemente hay que sentir Amor por la humanidad y la vida en todas sus manifestaciones, y hasta un ateo puede sentir este tipo de Amor.
La humanidad a través de los siglos ha evolucionado, de manera lenta y con muchos sufrimientos, pero ha avanzado. Los últimos 200 años, sin embargo, han sido de logros materiales sin precedentes en la historia conocida de la humanidad ¿Qué nos hace pensar que en los próximos 200 años no se pueda producir un salto cualitativo en la evolución de la humanidad?
Nuestro mundo no sería como es si no existieran los idealistas y los soñadores… pero hay que tener también los “pies en la tierra”. El equilibrio es la clave.
4 comentarios:
De lo que puedo recordar de "utopia", Moro no menciona reglas o normas para que funcionara esa civilizacion casi perfecta; claro ya que está la idea, pues estaría bien tratar de poner nuestro grano de arena con la esperanza de que con el tiempo algún desendiente llegue a ver los resultados .
Mi blog se engalana con los comentarios sabios de mi bella esposa. Bienvenida mi "media naranja", gracias por tus comentarios críticos. No esperaba menos de vos.
Noto con no poca satisfación, que mi mención a Tomás Moro ha inspirado estas tan esperanzadoras palabras. Los soñadores y los idealistas, nos dicen como debería de ser el mundo. Los realistas, nos dicen como es (adivina quien me enseñó estas máximas). Las personas equilibradas, logran mezclar ambas ideologías propias del ser humano, y controlan el ambiente que los rodea, logrando resultados concretos e inovadores al mismo tiempo. También yo me la paso soñando... sin embargo, estoy consciente de que hay que responder a necesidades inmediatas, para no caer en el riesgo de morir de hambre y de sed, mientras se estaba pensando a como lograr volverse inmortal...
eh... Tomás quien? ah.. si.. Moro.. Bueno, realmente en lo literario Utopía no me merece la gran consideración que tal vez despierta en otros. El alumno rebelde de mi gran Maestro Aristóteles ya había planteado algo similar en su República y luego otros como su excelencia Sir Francis Bacon tambien trataron el tema.
En lo referente a la sociedad perfecta, es una espina que va clavada en el costado de la cultura judeo-cristiana y que evoca una vuelta a aquella Edad de Oro de la que habla Virgilio, que no es más que el regreso a formas primitiva de la sociedad en la cual todos eran pares inter pares.
Lamentablemente el progreso trae consigo la especialización y la división en "clases". La misma condición del ser humano como ente individual y especial impide que se pueda lograr una sociedad como la planteada en estos textos, ya que para que esto pudiera lograrse se tendría que entrar en una estándarización del ser humano que acabaría con la diversidad.
Por ejemplo, que pasaría si alcanzada la sociedad perfecta alguien se levantara y dijera "esto no está bien, las cosas deberían ser diferentes", sería exiliado? o quemado?
Si comparto la idea de que se debe de llegar a un punto en los cuales TODOS los seres humanos tengan igualdad de derechos e igualdad de oportunidades para desarrollar su talento en la manera en que mejor les aproveche a ellos y a la sociedad. Pero de aquí a perseguir una sociedad perfecta...bueno... para eso existe la literatura.
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