domingo, 6 de abril de 2008

Puntualidad



¿Cuantas veces hemos organizado una reunión y si queremos que los comensales lleguen a las 8:00 p.m., le decimos que lleguen a las 7:00 p.m. o 7:30 p.m. para que lleguen a la hora que teníamos pensado comenzar la cena?. Creo que esta práctica es un hecho común en nuestros países latinoamericanos, donde existe un supino irrespeto a Kronos, dios pagano del tiempo.

El tiempo, cosa tan preciada en el mundo convulsionado en donde vivimos, por algo la frase “El tiempo vale oro”, a pesar de ello mucha gente juega con su tiempo, y con el tiempo de los demás, como si el valor de los segundos… minutos… horas… fuera más bien el de la pirita en vez del áureo metal precioso.

Inglaterra exhibe orgullosa la Torre del Reloj del Parlamento, mejor conocido como el “Big Ben”, que desde el 7 de septiembre de 1859, se ha convertido en referencia de exactitud horaria para los londinenses y para el otrora todopoderoso Imperio Británico. Es lógico que los ingleses construyeran el “Big Ben”, obra que representó un enorme reto tecnológico para su época, puesto que requerían organizar su inmenso imperio con precisión, y medir el tiempo era vital para tan importante empresa. Hoy en día se usa la frase “puntualidad inglesa” para referirse a aquellas personas que son puntuales.

Europa en general tiene una bien ganada reputación de ser personas puntuales. Y es que su vida se rige en función del tiempo. Pensemos en el sistema de ferrocarriles del viejo continente, si un tren anuncia que llegará a determinada hora, pues el pasajero puede tener la seguridad que a esa hora llegará, y no me refiero a números “redondos” 7:00 p.m. o 10:00 p.m., quiero decir que si un tren indica que llegará a las 4:16 p.m. a esa hora llega. Parece de poca importancia especificar esos 6 o 16 minutos por encima de las 4:00 p.m., pero sucede que si un pasajero tiene que hacer un trasbordo para ir de Berlín a Praga y el tren sale a las 4:25 p.m. un retrazo de minutos podría ser catastrófico para los planes de ese pasajero, desde luego, ese es el mismo caso para millones de personas que se trasladan en tren. Viajeros de negocios o simples turistas se verían en graves dificultades si el servicio de tren no funcionara con precisión, causando incalculables pérdidas para la economía europea.

Los latinoamericanos tendemos a pensar o decir: ¡Que horror, ser esclavos del tiempo!. Desdeñamos la importancia del tiempo considerándola un cruel dictador que nos impone disciplina y organización como si eso fuera peor que las siete plagas de Egipto. Si supiéramos la importancia que tiene el ritmo en el fluir de las cosas de la vida, estoy seguro que aprovecharíamos más nuestro tiempo y respetaríamos el de los demás.

No se trata de convertirnos en leviatanes actuando rígidamente sin emoción ni independencia de criterios, no se trata de dar monotonía a vidas ya de por sí agobiadas por el trajín de la vida urbana del siglo XXI. Me refiero a crear hábitos constructivos y repetirlos y repetirlos, hasta que algún día hagamos naturalmente las cosas buenas sin esfuerzo.

Si intentamos todos los días llegar temprano a nuestro trabajo, a nuestra universidad o una cita de negocios o de placer, llegará el momento en que la puntualidad será parte de nuestras vidas en vez de ser un terrible esfuerzo que se debe hacer para “quedar bien”. La puntualidad habla muy bien de quien la practica. ¡Seamos puntuales pues!.

2 comentarios:

Flavio dijo...

Siendo europeo, no puedo hacer otra cosa que apoyar tu comentario.
Puntualidad es sinónimo de organización. Una persona, o un servicio determinado brindado de manera puntual (refiriendome al caso mencionado de los trenes), es signo de funcionalidad y organización.

Octavio A. Landolfi dijo...

Es una cuestión cultural... es algo que va grabado en nuestro marco de valores, en nuestro inconsciente colectivo. Los latinoamericanos viven en el realismo mágico de Marquez, lejos de la realidad y clamando a gritos por ella, pero desean que la modernidad se adapte a ellos, que les llegue por encanto, todo es mágia, mesías, milagros y apariciones. Por esto es que no somos puntuales, porque la puntualidad es para culturas adultas, no para culturas infantiles como el experimento latinoamericano.