Estados Unidos tiene planeado colocar diez misiles interceptores en Polonia y un radar en República Checa para el 2012. Esta medida cuenta con la fuerte oposición de Rusia porque esta considera que ese despliegue militar atenta contra su seguridad. Washington se defiende diciendo que el escudo antimisiles es de “carácter defensivo” y solo pretende proteger a EE.UU y a Europa de un ataque “terrorista”.
El presidente ruso Vladimir Putin ha dicho que permitiría la instalación de las bases con la condición de que expertos militares rusos sean observadores permanentes en la base de antimisiles, lo que ha sido totalmente rechazado por los polacos. Otra propuesta del presidente ruso ha sido la creación de un “sistema global antimisiles conjunto”, pero esta vez es George W. Bush quien se opone tajantemente.
La “Madre Rusia” históricamente ha sido un imperio que desconfía de sus fronteras occidentales. En dos oportunidades desde ese flanco han penetrado enormes ejércitos que infligieron excesivo sufrimiento a la población rusa. En 1812, un ejercito de más 700,000 soldados bajo las órdenes del Emperador Napoleón Bonaparte, emprendió su marcha hacia el Este, que culminó con la toma de Moscú, ciudad que el General francés encontró en cenizas, ya que los mismos rusos le prendieron fuego para que los franceses no se pudieran refugiar en ella. Esta guerra es conocida por la historiografía rusa como “La Guerra de la Madre Patria” o “La Guerra Patriótica”. Casi 130 años después de los franceses, un ejército aún más letal y devastador desató todo su poder de fuego e ira contra Rusia (Unión Soviética, 1917-1991), las tropas hitlerianas habían activado la “Operación Barbarroja”. La implacable doctrina militar alemana, la Blitzkrieg, hizo que se movilizara la maquinaria bélica más aniquiladora que se conociera hasta ese momento. El resultado fue la pérdida de 27 millones de rusos y la destrucción total de ciudades, como Stalingrado (hoy Volgogrado) que resistieron el asedio nazi casa por casa, piedra por piedra, ruina por ruina. La historiografía rusa le añadió a esta guerra la palabra “Gran” para distinguirla de la guerra contra Napoleón y le llamaron “La Gran Guerra Patriótica”, que culminó con la toma de Berlín en 1945 por parte del ejército rojo, 4 años después de comenzado el infierno.
En ambos casos, a pesar de que el territorio ruso fue invadido y parcialmente destruido, paradójicamente resulto ser el punto de inflexión que produjo la derrota tanto de Napoleón como de Hitler. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Stalin había logrado hábilmente – como buen realista político que era – obtener la expansión del imperio soviético anexando 500,000 km2 de Europa del Este y establecer la influencia soviética en Polonia, Checoslovaquia, Rumania, Bulgaria, Hungría y la República Democrática Alemana, convirtiéndolos en “Estados satélites”
Evidentemente lo que pretendía el premier soviético era crear un “colchón” que amortiguara cualquier avance de tropas hacía sus fronteras y evitara una nueva devastación en territorio ruso como las causadas por los alemanes. Para 1945, el Imperio Soviético había logrado expandir su territorio a los niveles de la Rusia Zarista, incluso la había superado en extensión dentro de territorio europeo. Pero inesperadamente en 1991, se desmorona el “gigante con pies de barro”, y en cuestión de meses se desmiembra la Unión Soviética, pasando a convertirse momentáneamente la Comunidad de Naciones Independientes (CEI), que en realidad era un intento vano de Rusia por conservar su antigua hegemonía en las repúblicas recientemente independizadas, a saber: Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Estonia, Georgia, Kazajstán, Kirguistán, Letonia, Lituania, Moldavia Tayikistán, Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán.
Súbitamente Rusia se vio convertida de superpotencia global a potencia regional de segundo orden, con un arsenal nuclear importantísimo y un orgullo nacional, aunque vapuleado, no derrotado. Al primer presidente democrático de la Federación Rusa, Boris Yeltsin (1990-1999), le tocará la difícil tarea entenderse con Occidente y estrechar lazos con el antiguo enemigo ideológico, los Estados Unidos de América. Rusia ávida de capital extranjero, dependía de la ayuda financiera para que una potencial guerra civil no estallara y desestabilizara al país más extenso del mundo y el segundo poder militar del planeta.
En el año 2000, un ex espía de la KGB, asume la presidencia de Rusia, su nombre: Vladímir Vladímirovich Putin. Abstemio, atlético, políglota y joven; el nuevo mandatario inyectaría nuevos bríos a la política rusa, sobre todo a la política internacional. El nuevo presidente busca recuperar el prestigio perdido de su país, se acerca a Alemania y Francia, pero le planta fuerte contraposición a los Estados Unidos de América, sobre todo en los intentos hegemónicos de los descendientes Teodoro Roosevelt en la Casa Blanca de ampliar su influencia hacía Europa Central y del Este, en detrimento de Rusia.
El presidente ruso Vladimir Putin ha dicho que permitiría la instalación de las bases con la condición de que expertos militares rusos sean observadores permanentes en la base de antimisiles, lo que ha sido totalmente rechazado por los polacos. Otra propuesta del presidente ruso ha sido la creación de un “sistema global antimisiles conjunto”, pero esta vez es George W. Bush quien se opone tajantemente.
La “Madre Rusia” históricamente ha sido un imperio que desconfía de sus fronteras occidentales. En dos oportunidades desde ese flanco han penetrado enormes ejércitos que infligieron excesivo sufrimiento a la población rusa. En 1812, un ejercito de más 700,000 soldados bajo las órdenes del Emperador Napoleón Bonaparte, emprendió su marcha hacia el Este, que culminó con la toma de Moscú, ciudad que el General francés encontró en cenizas, ya que los mismos rusos le prendieron fuego para que los franceses no se pudieran refugiar en ella. Esta guerra es conocida por la historiografía rusa como “La Guerra de la Madre Patria” o “La Guerra Patriótica”. Casi 130 años después de los franceses, un ejército aún más letal y devastador desató todo su poder de fuego e ira contra Rusia (Unión Soviética, 1917-1991), las tropas hitlerianas habían activado la “Operación Barbarroja”. La implacable doctrina militar alemana, la Blitzkrieg, hizo que se movilizara la maquinaria bélica más aniquiladora que se conociera hasta ese momento. El resultado fue la pérdida de 27 millones de rusos y la destrucción total de ciudades, como Stalingrado (hoy Volgogrado) que resistieron el asedio nazi casa por casa, piedra por piedra, ruina por ruina. La historiografía rusa le añadió a esta guerra la palabra “Gran” para distinguirla de la guerra contra Napoleón y le llamaron “La Gran Guerra Patriótica”, que culminó con la toma de Berlín en 1945 por parte del ejército rojo, 4 años después de comenzado el infierno.
En ambos casos, a pesar de que el territorio ruso fue invadido y parcialmente destruido, paradójicamente resulto ser el punto de inflexión que produjo la derrota tanto de Napoleón como de Hitler. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Stalin había logrado hábilmente – como buen realista político que era – obtener la expansión del imperio soviético anexando 500,000 km2 de Europa del Este y establecer la influencia soviética en Polonia, Checoslovaquia, Rumania, Bulgaria, Hungría y la República Democrática Alemana, convirtiéndolos en “Estados satélites”
Evidentemente lo que pretendía el premier soviético era crear un “colchón” que amortiguara cualquier avance de tropas hacía sus fronteras y evitara una nueva devastación en territorio ruso como las causadas por los alemanes. Para 1945, el Imperio Soviético había logrado expandir su territorio a los niveles de la Rusia Zarista, incluso la había superado en extensión dentro de territorio europeo. Pero inesperadamente en 1991, se desmorona el “gigante con pies de barro”, y en cuestión de meses se desmiembra la Unión Soviética, pasando a convertirse momentáneamente la Comunidad de Naciones Independientes (CEI), que en realidad era un intento vano de Rusia por conservar su antigua hegemonía en las repúblicas recientemente independizadas, a saber: Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Estonia, Georgia, Kazajstán, Kirguistán, Letonia, Lituania, Moldavia Tayikistán, Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán.
Súbitamente Rusia se vio convertida de superpotencia global a potencia regional de segundo orden, con un arsenal nuclear importantísimo y un orgullo nacional, aunque vapuleado, no derrotado. Al primer presidente democrático de la Federación Rusa, Boris Yeltsin (1990-1999), le tocará la difícil tarea entenderse con Occidente y estrechar lazos con el antiguo enemigo ideológico, los Estados Unidos de América. Rusia ávida de capital extranjero, dependía de la ayuda financiera para que una potencial guerra civil no estallara y desestabilizara al país más extenso del mundo y el segundo poder militar del planeta.
En el año 2000, un ex espía de la KGB, asume la presidencia de Rusia, su nombre: Vladímir Vladímirovich Putin. Abstemio, atlético, políglota y joven; el nuevo mandatario inyectaría nuevos bríos a la política rusa, sobre todo a la política internacional. El nuevo presidente busca recuperar el prestigio perdido de su país, se acerca a Alemania y Francia, pero le planta fuerte contraposición a los Estados Unidos de América, sobre todo en los intentos hegemónicos de los descendientes Teodoro Roosevelt en la Casa Blanca de ampliar su influencia hacía Europa Central y del Este, en detrimento de Rusia.
Crédito: Imagen de Bush y Putin, tomada de: http://www.ideasydebate.com/
En lo concerniente a la instalación de los misiles en Polonia y el radar en la República Checa, ese asunto pasará a manos del nuevo presidente ruso Dmitri Medvedev y del próximo(a) presidente(a) de los EE.UU. y tendremos que esperar, sobre todo en el caso de EE.UU, cual será la postura del nuevo Jefe de Estado de ese país, respecto a este álgido tema.
3 comentarios:
También estoy convencido de que los democratas, en especial Obama, no se atreverían a seguir con un plan tan palesemente no conveniente para los rusos. Por cierto, ¿alguien me sabe explicar porque Bush, terminando su mandato y sin la certeza de que los republicanos detendrán el poder, está tratando de cumplir con un proyecto que obviamente es de tan dificil ejecución?
A Octavio: No incluyen a Rusia porque según la doctrina de los "halcones" de Washintong, Rusia no es un aliado, a los sumo es un socio incomodo, que es mejor tenerla de cerca, pero no tanto. En conclusión: El escudo antimisiles, no solo es una defensa para un posible ataque iraní o ¿pakistani? (no sabemos que pueda pasar en Pakistan en el futuro), creo que la estrategía incluye una defensa de la misma Rusia.
A Flavio: Porque Bush jura que Mc Cain va a ganar las elecciones.
Publicar un comentario